sábado, 19 de febrero de 2011

Querido tu:

Recuerdo esa noche de verano en la que empezó todo. Cuatro
días antes de la noche de San Juan. Hacía escasas horas que
veníamos de Londres, esa perfecta ciudad que tanto me enamoró.
Recuerdo que esa tarde me preguntaste que si luego por la noche
ibas a verme. Yo no sabía lo que iba a pasar, y la verdad, que no
me lo imaginaba. Desde esa noche han pasado ocho meses,
doscientos cuarenta y cinco días aproximádamente o un puñado
de horas, como más te guste. Al principio nos lo tomamos
tranquilamente, sin prisas, sin nombre. Pero poco a poco eso
cambió. Ya no era como un tipico rollo de verano, un amigo
especial, todo eso cambió a algo más fuerte, algo más bonito y
profundo. Sé que no suelo decirte siempre ni a todas horas que
te quiero, que me encanta estar contigo, que no quiero que esto se
estropeara, pero creo, querido tú, y espero, que lo sepas. No hay
mejor abrigo que tu. Estaré bien, estaré bien siempre que tu lo estés,
lloraremos juntos si hace falta, iría al fin del mundo si es lo que quieres,
haría la mayor absurdez que puede existir para que sonrias,
hasta me pasaría la noche entera cantando tu canción preferida si
me lo piedeses.
Porque en el momento que dejé que entraras en mi vida, mi querido
escudo desapareció. Me he pasado mucho tiempo esperando a una
persona diferente a todo lo que me rodeaba, que me hiciera pensar,
que me hiciera reir, que mereciera la pena, con un toque chulesco
que para nada te falta, pero que detrás de toda esa chulería, mi querido tú,
sé que hay algo más y que me llena y que poco a poco consigo sacar,
para mí. Lo único que necesito es que me entiendas en cada minuto,
que si me ves cabreada que me abraces, que si me ves riendo que me
beses, que si me ves desprotegida que me abrigues, que si me ves bailando
me acompañes, que me hagas saber que te acuerdas de mi porque yo,
siempre que pueda haría lo mismo por ti. Aquí nunca habrá un perdedor,
sino dos ganadores, porque los dos hemos ganado algo, que cada uno lo
empleará como pueda y sepa. Te conozco bien, conozco tu olor, sostengo
tu cabeza y compartimos sueños. Me conoces bien. Conozco algunos de tus
temores y tu conoces algunos mios, pero tranquilo, tenemos tiempo para
conocer hasta lo más insignificante del otro. Felices un puñado de horas.

1 comentario: